Siendo adultos experimentamos en infinidad de ocasiones la frustración. Cuando estamos en el trabajo y tenemos que salir más tarde para terminar una tarea, aunque ya teníamos planes hechos al salir de trabajar, cuando ese día que estamos tan cansados nuestro hijo no está dispuesto a irse a la cama sin rechistar o cuando todos los planes se tuercen el día que pensábamos que todo iba a salir bien. Los niños y los adolescentes también experimentan esta respuesta emocional y la diferencia es que acostumbran a tener más dificultades para gestionarla debido a que no han desarrollado los recursos que nosotros tenemos en la etapa adulta y eso dificulta la regulación y el autocontrol necesarios para hacer frente a esta emoción intensa.
¿Qué es la frustración?
Vamos a comenzar por definir qué significa esta repuesta emocional que es universal y que también está presente en el mundo animal.
Podemos definir la frustración como la respuesta emocional que surge ante el incumplimiento de los objetivos previstos. Por tanto, la experimentamos cuando tenemos un deseo, una necesidad o un impulso que no podemos satisfacer y que genera emociones como rabia, tristeza y decepción.
Si no existe un adecuado autocontrol o una correcta gestión de la frustración, las emociones que genera pueden provocar comportamientos como agresividad, lloro inconsolable y rabietas, que influyen en varios aspectos de la vida del niño/a o del adolescente pudiendo llegar a tener un efecto negativo en su autoconcepto y en su visión del mundo.
¿Cómo podemos favorecer el autocontrol en niñxs y adolescentes?
La clave es desarrollar una correcta gestión emocional, es decir, realizar un acompañamiento para que sean conscientes de las emociones que experimentan, identificándolas, aceptándolas y regulándolas.
Para desarrollarla en los niños y adolescentes es necesario potenciar los siguientes puntos:
La identificación emocional
La expresión de las emociones
Mostrar empatía
Ser un buen modelo
Fomentar los recursos personales
A continuación, veremos en detalle qué actuaciones dentro de cada uno de los puntos son beneficiosas para poder potenciar el autocontrol y la gestión emocional de los infantes y adolescentes.
La identificación emocional
Nos referimos a ayudarles a identificar qué les está pasando, poniendo nombre a la emoción que sienten.
Para ello en el momento en que detectemos que el niño o adolescente ha experimentado una situación frustrante:
Respetaremos un margen de tiempo para que se calmen. Cuando hay una emoción muy intensa, el nivel racional no funciona y por muchas cosas que le queramos transmitir no va a poder asimilarlas. Así, dejaremos un margen de tiempo prudente para que pueda calmarse antes de ayudarle a entender qué ha pasado.
Pondremos nombre a la emoción. "Parece que sientes tristeza/enfado/decepción".
Le reflejaremos lo que está sintiendo. "Como tu amigo no ha querido jugar contigo, tú ahora te sientes muy enfadado y eso puede hacer que quieras tirar los juguetes".
La expresión de emociones
Es muy importante que puedan expresar cómo se sienten, de esta forma reducimos la posibilidad de que se produzcan conductas inadecuadas.
Para ayudarle a que exprese:
Identificar la situación. Buscar conjuntamente qué ha pasado, cuál ha sido la situación que le ha hecho experimentar la emoción negativa, es decir, buscar el por qué de la emoción. Es importante describirla de la manera más objetiva posible, como por ejemplo "tu hermano se ha llevado tu juguete preferido porqué quería jugar también con él y eso a ti no te ha gustado y ha hecho que ahora estés triste y no tengas ganas de jugar"; en vez de "claro es que ya conoces a tu hermano, le encanta chincharte y por eso se ha llevado el juguete".
Animar-les para que puedan expresar cómo se sienten. Es importante que pongan palabras a lo que están sintiendo y es una oportunidad para buscar formas alternativas para expresarlas de forma correcta como respirar, pintar, hablar…por ejemplo, en el caso de Sara, su amiga le había dicho que irían esta tarde a pasear al centro comercial y a última hora le ha dicho que no irían. Sara se siente terriblemente traicionada y piensa que su amiga le ha hecho mucho daño. Potenciar que ella pueda hablar de ello también abre la puerta a poder buscar interpretaciones alternativas o soluciones a la situación.
Retornar el mensaje. Sobre todo, en el caso de los adolescentes es importante no dar por hecho que sabemos cómo se sienten, por tanto, podemos utilizar expresiones como "si lo he entendido bien te sientes…" de esta forma les reflejamos cómo se sienten y les damos la oportunidad de que se abran a su mundo emocional.
Mostrar empatía
Minimizar la situación con frases como "no es para tanto", "todos hemos pasado por eso" o pensar que es una tontería, invalida lo que el niño o adolescente siente y nos aleja de la esfera emocional, por eso es importante que el niño sienta nuestra comprensión y le ayudemos a integrar lo que está sintiendo. Para ello es muy útil:
Validar la emoción. Se trata de hacerle ver y sentir que lo que siente está bien. Esto no significa aprobar un comportamiento negativo, sino lanzarle el mensaje de que sentirse triste, rabioso, decepcionado, es normal y útil. Podemos ponerle ejemplos de cómo el adulto también experimenta esas emociones "cuando mamá tiene que ir a la tienda y hay mucha cola también se pone nerviosa, es normal porque no quiere esperar" y añadir alternativas a cómo gestionarlo "entonces empiezo a hacer una lista con todo lo que veo en la tienda mientras espero y así me calmo y no se me hace tan largo".
Permitir la expresión emocional, hacer que se sienta sentido. Animar a que se exprese, darle espacio y tiempo y mostrar interés por lo que nos cuenta. De alguna forma se trata de distanciarnos de nuestros esquemas adultos para permitir experimentar la situación des de su punto de vista, sin exagerarla, pero sin quitarle importancia, escuchándolo activamente.
Mantener la calma. En las situaciones dónde aparece la frustración no siempre es fácil poder autocontrolarse y puede ser que el niño o el adolescente esté nervioso, por eso es importante mantener la calma y hablar con un tono de voz tranquilo y una postura corporal relajada, actuando como modelo y canalizando la emoción negativa que siente el niño.
Actuar como modelo
En general todas las personas, pero especialmente los niños aprenden más a través de lo que ven que de lo que oyen o se les dice. Por tanto, es muy importante ser un buen modelo a la hora de gestionar las emociones. Si cuando me frustro pierdo los nervios y grito, es muy probable que mi hijo actúe de la misma forma ya que lo ha aprendido a través de la imitación. Así:
Normalizar las emociones. Como hemos dicho anteriormente poner ejemplos sobre cómo esas emociones también las experimentan los adultos y normalizar sentirse de esa forma, buscando opciones para expresar la emoción.
Autorregularse. No perder la calma ante la situación, buscar recursos personales que nos permitan estar calmados y devolverle una imagen de tranquilidad y contención.
Describir la situación de forma objetiva. No dramatizar ni aumentar el efecto negativo que ha tenido la situación en el niño o adolescente, tratar de describirla y buscar soluciones conjuntamente.
Fomentar los recursos personales
Aunque los niños y adolescentes no cuentan con una gama tan extensa de herramientas para regularse emocionalmente de una forma efectiva, como sí tienen los adultos, se trata de potenciar los recursos existentes:
Crear un espacio para la reflexión y buscar alternativas de forma conjunta. Este momento puede ser la hora del cuento antes de dormir, unos minutos antes de cenar o durante la cena dónde se puedan comentar las situaciones que han sucedido, pudiendo hacer una lluvia de ideas para buscar soluciones o validando aquello que ha sentido. De esta forma potenciamos que el niño o adolescente implante la reflexión ante situaciones que le generan emociones negativas, así como la búsqueda de soluciones.
Fomentar la paciencia. Este componente es muy relevante, ya que una baja paciencia puede conducir a una baja tolerancia a la frustración. Fomentar la paciencia a través de tratos a medio plazo, de instaurar huchas para ahorrar y comprar aquello que tanto desea o jugar a juegos de mesa por turnos, potencia la paciencia y disminuye la probabilidad de emociones muy intensas ante situaciones frustrantes.
Ofrecer herramientas para regularse. La respiración, pintar, dibujar… son recursos eficaces para ayudar al niño o adolescente a regular-se ante situaciones tensas, el próximo artículo lo dedicaré a ofrecer herramientas prácticas para utilizar en estas situaciones.
Reforzar las conductas positivas. Es normal que lo que nos llame más la atención o en lo que más nos fijemos sea en las conductas negativas, en los berrinches, en cuando no obedecen a la primera…pero es muy necesario captar todas aquellas conductas positivas, que aunque no lo sean del todo, como por ejemplo que normalmente el niño o adolescente tarde una hora en irse a dormir después de la instrucción y que determinado día tarde 45 min., hay que reforzar esa conducta, de esta forma aumentamos las posibilidades de que vuelva a ocurrir y que mejore. Si habitualmente un niño hace una rabieta cuando ve un juguete en un súper y hoy no lo ha hecho, hay que reforzarlo y hacerle saber lo bien que se sienten los padres y lo contentos que están con el por el esfuerzo de contención que ha realizado.
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